Seattle – Un vecindario

marzo 15th, 2009 by Jesus Lau

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Acabo de estar en el vecindario de Bill Gates, en un pueblo de Estados Unidos ubicado en la frontera con Canadá, claro en lugar de casuchas, tiene grandes rascacielos y es uno de los lugares con pocos o casi nulos problemas de pobreza.  El lugar está ubicado en una región pródiga, con grandes bosques, ríos, montañas y mar; donde el Salmón es el rey de sus productos naturales.  Ese pez que nace en un río o lago, y cuando entra a la adolescencia baja compulsivamente al mar, descendiendo las caídas de aguas de los ríos que atraviesa, para llegar finalmente al lecho marino, donde vive de tres a cinco años, para luego retornar en forma saltarina a su lugar de origen, donde se reproduce y finalmente muere.  Creo que una de las especies logra hacer más de un viaje.  Parece un inmigrante que cruza las fronteras del agua dulce, para vivir en las salobres aguas del mar, pero antes de morir vuelve a su lugar de origen, como los elefantes.  Este pueblo, donde Bill Gates es vecino, es nada menos que Seattle, una ciudad que tiene en sus bordes las cordilleras, de nombre Olímpica y Cascadas que rodean a la distancia el enclave urbano.  Los picos de las montañas estaban coronados de nieve, con copos de mitad de marzo, los cuales se pueden admirar desde cualquier punto de la ciudad.  Junto a estas cordilleras están dos gigantescas montañas, que hacen lucir como montículo al resto de la sierra.  Los dos promontorios son nada menos que Mount Rainier y Mount Saint Helens, dos volcanes, el primero inactivo y el otro en aparente calma, aunque apenas en 2008 mostró actividad.

Vecinos famosos. La tierra pródiga de Seattle tiene entre su vecindario a Starbucks, la famosa cadena de café; UPS, ese gran servicio de mensajería que cruza el planeta completo; Boeing la señora constructora de aviones que de nuevo surcan el globo terráqueo.  Todas estas empresas son vecinas de la más notable y conocida en el mundo: Microsoft, la empresa de software de mayor éxito desde que este se inventó hace cuatro décadas.  Seattle, al que atinadamente se le puede llamar pueblo, tiene un mercado público.  Un gran centro de mercaderías que ocupa varias cuadras junto a la bahía dentro del primer cuadro de la ciudad.  El mercado data de las postrimerías del siglo XIX, ahí auténticamente se vende pescado fresco, con una característica que una vez que lo selecciona uno, un dependiente se lo avienta en forma circense al filetero, para prepararlo según lo pida el cliente.  El acto es fotografiado por los turistas y es parte del atractivo para visitantes.  Los pasillos están bordeados de fruta, café, té, y toda clase de mercadería.  El mercado Pike Place, como se llama, tiene una gran vista a la bahía, así que comer en sus fondas y restaurantes, tiene la gran ventaja de ofrecer una increíble vista del mar, las montañas nevadas y los bosques.  El espectáculo visual es realmente fantástico.

Biblioteca pública de caprichosa geometría. El pueblo de Seattle es de clase mundial, tiene una de las poblaciones más educadas en promedio, según el guía turístico.  Acorde a ello, tiene una biblioteca pública de primer orden.  La arquitectura es algo ecléctica: aluminio y vidrio con una forma arquitectónica geométrica pero sin simetría en sus múltiples cantos, unos más grandes que otros.  El edificio es ecológico, genera su calor del medio ambiente y recoge el agua de la lluvia para irrigar sus pequeñas áreas verdes.  Su interior es plano, donde predomina el color gris en su estructura, pisos metálicos, y paredes de cemento, con una gran visibilidad ya que todos sus diez pisos parecen estar englobados en una gran caja de cristal.  Para mi gusto un poco fría, aunque tiene acentos de colores brillantes, pero son escasos.  Sus colecciones se distribuyen en todos los pisos, con escaleras eléctricas iluminadas en verde limón psicodélico, que parecen pasajes para accesar el futuro, más los elevadores, donde sus entradas son coloridas también.  La estantería es color metal, como de hojalata, con paneles de acrílico transparente, no muy alta y el mobiliario tiene a ser negro o gris, con alfombras con diseños de vegetación, como caña de azúcar, que cubren sólo áreas de escritorio, ya que los pasillos y áreas de circulación, parecen de almacén industrial.  Tiene un gran auditorio y una tienda de curiosidades relacionada con el libro y la biblioteca, así como una pequeña cafetería, el cual se le considera una de las bebidas que caracteriza a esta ciudad, suele ser fuerte, como si fuera expreso, excepto que es servido en taza grande.  El autor de la obra es el arquitecto holandés Rem Koolhaas, que ha construido varios edificios emblemáticos en Europa y China.  El costo de la biblioteca fue de 165 millones de dólares, donde los dos principales benefactores fueron Bill Gates y Paul Allen, cofundadores de Microsoft.

Sólo académicos – Congreso ACRL. Vine a este punto distante del sur americano, para participar en el congreso de la Asociación de Bibliotecas de Colegios y de Investigación, ACRL (Association of College and Research Libraries), que reunió más de 3,000 personas, que tuvieron un menú de más de 300 presentaciones, entre magistrales, ponencias de investigación y generales, carteles, mesas redondas de discusión, sesiones de tecnología y una gran exposición comercial.  La sede fue el centro de convenciones ubicado en el corazón de la ciudad y por lo tanto rodeado de hoteles.  Hubo un evento social para todos en el Experiencie Music Project y Museo y Salón de la Fama de Ciencia Ficción, ambos lugares muy interesantes.  La arquitectura de estos complejos cobijados en el mismo edificio, tiene una arquitectura bombacha, es decir con la imagen de que bolas metálicas de colores se hubieran presionado para unirse en un solo conjunto, como pelota desinflada.

En la cumbre – Hotel. Me hospedé en habitación compartida en el hotel principal del congreso, estuve en una habitación del piso 17, que dominaba la vista de los rascacielos seattlenses y su zona comercial.  Fui dos noches a ejercitarme al gimnasio ubicado en el piso 35, justo el último de una de las dos torres del hotel, donde ciclear en la bici estática fue como volar visualmente por los techos de los gigantescos edificios, que de noche se tornan luminosos.  Mis pesos no alcanzaban para mucho, así que cuidé lo que comía, una comida normal al día, y el resto con barras proteínicas y aperitivos de la exhibición o las recepciones, algunas de primerísima calidad.

Clima invernal variado. El clima fue variado, todos los días fríos entre 2 y 10 grados, pero los dos primeros asoleados, ya el tercero con llovizna y fuerte aire y el domingo fue un potpurrí de climas.  Al levantarme, por el gran ventanal del hotel se veía la nieve que era empujada diagonalmente por el aire, eran como pequeñas hojas blancas de otoño.  Al rato, esto se convirtió en llovizna, luego hubo sol, aire y ventisca.  Así que todas las formas del clima frío se presentaron en un solo día.  En la noche de este último día, compartí taxi, para ahorrar un poco, tal y como lo había hecho al llegar, para trasladarme al aeropuerto, donde dormí en un hotel más barato y estar ya cerca para volar al día siguiente en un cómodo vuelo de Aeroméxico, durante el cual vine admirando el paisaje, que de boscoso cambiaba a desértico, al cruzar Nuevo México, Chihuahua y luego llegar al altiplano de la República Mexicana.  Vuelvo de conocer Seattle, que no había visitado antes, con ganas de haber sido invitado a conocer la mansión que tiene frente a una de las bahías el famoso vecino de esta ciudad, Don Bill Gates, quien, dicen tiene una súper casa, con todas las aplicaciones de la modernidad; así como con la experiencia de que había convivido exclusivamente con profesionales de bibliotecas académicas.