Chicago – Una noche presidencial, ALA

julio 14th, 2009 by Jesus Lau

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Les comparto una noche, y algunos detalles de la magnificencia de los dos días previos al ascenso de la presidenta-electa a la presidencia de la American Library Association (ALA), durante el congreso anual realizado en Chicago, Illinois este verano.  Llegué a la ciudad en mención después de un largo viaje de 24 horas desde Bonito, Mato Grosso do Sul, Brasil, más una espera de trece horas en la Ciudad de México, para tomar el vuelo siguiente y arribar a la “Windy City (Chicago)” la madrugada del domingo 12 de julio.  Me levanté tarde para recuperar la energía.  Luego me preparé para la experiencia más regia que uno puede tener en este planeta en el ramo bibliotecario, acompañar a la presidenta entrante de ALA en las horas previas a su asunción a la dirigencia máxima de esta, la mayor asociación de bibliotecarios del mundo, con 55 mil miembros y más de 200 empleados.

La suite vice-presidencial. La tarde del domingo, 12 de julio, asistí a la reunión del Consejo de la Fundación Trejo Foster de la cual soy miembro en la suite de secretario ejecutivo de la ALA del hotel Hilton.  La habitación, por su tamaño, es más bien un amplio departamento en uno de los pisos más altos.  Apenas había iniciado la reunión, cuando entró una persona buscándome para que la acompañara a la suite de la presidenta – electa de dicha Asociación, Camila Alire, pero no podía irme ya que apenas estaba iniciando la junta y había un error, la cita era hasta las siete de la tarde.  Alcancé a participar en todos los puntos de la agenda, incluyendo mi reporte del TFF Institute, que se organizará en Chihuahua, Chihuahua, bajo la coordinación de Javier Tarango; excepto en la discusión y votación del último ítem, pero tuve que salirme para llegar a tiempo a la otra cita.  Tomé el elevador y subí todavía dos pisos más, a la zona de los tres penthouses del Hilton, que tienen su propio ascensor.  Entré a la suite, y lo primero que se dominaba visualmente era su gran sala de decoración francesa, con bar, varios juegos de sala, muebles Luis XV, gruesos y pesados cortinajes, y sobre todo, una estupenda vista de 180 grados del lago Michigan, dónde el límite, de este enorme repositorio de agua, era sólo el que marcara la vista, ya que la tarde aún era clara.  Al frente estaba el parque Grant y la marina con muchos yates, y al lado izquierdo, una sesgada panorámica de los rascacielos de Chicago, parecía que estábamos frente al Océano Atlántico o el Pacífico.

Primera recepción. En la sala estaba Camila y algunas personas que laboran en ALA, parte del equipo que la asiste.  Me ofrecieron una bebida y tras unos minutos bajamos del hotel, para iniciar un recorrido de recepciones a las cuales debía asistir la presidenta-electa.  Al frente del hotel, esperaba una limusina negra de asientos de cuero, amplia, con bar y chofer uniformado, que abría y cerraba las puertas del vehículo con el protocolo debido.  Aparte de mi, iba una persona que estaba a cargo del la agenda de la vice-presidenta, que le indicaba los tiempos y los eventos que seguían.  En la mullida limusina, miré las calles y los rascacielos de Chicago, con aire de grandeza, mientras el chofer nos llevaba al primer destino de la noche, que tenía lugar en el Palmer House, otro lujoso hotel de la cadena Hilton, donde se hacía un reconocimiento póstumo a un líder bibliotecario de una larga trayectoria académica y profesional de raza negra, fundador de la Sección de Bibliotecarios de Color, por parte de sus miembros. El evento inició con discursos y palabras por el público en honor del fallecido y sería concluido con un ágape.

Evento chino. En cuanto Camila dijo sus palabras de saludo a los participantes de la Black Caucus of the American Library Association (BCALA), nos salimos para ir al siguiente compromiso, el cual tenía lugar en la nueva ala del majestuoso Art Institute de Chicago, una contraparte del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, donde se celebraba el 40º Aniversario de la Freedom to Read Foundation (FTRF), el organismo de ALA que defiende la libertad de lectura y el libro contra los ataques de la censura.  Llegamos a la portentosa escalinata del museo, ubicado en una de las zonas más bonitas de la ciudad, también casi frente al lago, pero la entrada no era por ahí, sino por uno de los lados, de la cuadra que ocupa dicha institución.  La edificación nueva es modernista, de esas donde el acero y el vidrio son los materiales dominantes, y con espacios de altura como de 20 metros en su vestíbulo, que permitía una gran libertad visual.  El anexo es un contraste con el edificio principal que es de corte neoclásico de grandes columnas dóricas.  Al evento asistían los grandes líderes de la bibliotecología norteamericana; estaban los miembros del Consejo de ALA, el presidente, directores de sistemas bibliotecarios, y otros funcionarios del campo informativo.  Las mesas estaban decoradas como para boda, grandes manteles y mucha loza en la mesa, para las diferentes entradas y bebidas que habría para ofrecer a los comensales.  A nosotros nos tocó, ya había comenzado el evento, una mesa a la entrada, con vista a una de las salas donde se exhibían pinturas abstractas en tonalidades rojas y blancas de un autor que no supe su nombre.  Se sirvió una cena, de la cual sólo comimos la ensalada y el platillo principal.  Apenas terminamos el segundo plato de la FTRF, tuvimos que salir de la recepción.  El boleto había costado 160 dólares e incluía recorrido del la sala nueva del museo, así que me fui con las enormes ganas de conocerlo.

Fiesta latinoamericana. El destino siguiente fue la recepción de la Chinese American Librarian Association (CALA), la cual se realizaba en un restaurante del barrio chino.  Nos presentaron, inclusive a mí también, como presidente-electo de la Asociación Mexicana de Bibliotecarios, y dije algunas palabras relevantes para la audiencia respecto a mi ascendencia china y mi identidad con su trabajo organizacional.  Aquí probé un poco de pato, y saludé a Claudia Lux y Ellen Tise presidenta y vice-presidenta de IFLA, que estaban como invitadas de honor.  Aquí no supe cuanto costaba el boleto para la cena, pero debe haber andado en los 80 dólares.  En cuestión de media hora, tuvimos que despedirnos, para ir al evento de recaudación de fondos de Reforma, la Asociación Nacional  para Promover los Servicios Bibliotecarios para los Latinos e Hispanoparlantes, donde el donativo era de 40 dólares.  Este evento se celebraba en un bar de tipo latino o mexicano, donde había nachos y otras botanas latinoamericanas, con música grabada, principalmente mexicana de tipo norteño.  En la fiesta participaban los líderes de las bibliotecas latinas de EUA, como el presidente, Luis Chaparro de origen mexicano y conocido de El Paso, Texas, de cuando viví en Ciudad Juárez, así como su presidenta entrante, Loida García-Febo.  Aquí Camila me dio la opción de ir a la siguiente recepción, una que ofrecía en su suite a un grupo de bibliotecarios en el hotel Hilton, o quedarme en la fiesta de REFORMA, opté por lo segundo, ya que en ésta estaban mis cuates latinos.  Saludé a la mayoría y conviví con varios.  Antes de que terminara la recepción, me salí con Loriene Roy, presidenta pasada de ALA, y otros colegas en un taxi rumbo al multicitado hotel Hilton, esta vez nos fuimos cinco en el vehículo, así que cuatro nos apretujamos en el asiento trasero, lo cual fue un contraste con la amplia y lujosa limusina en la que llegué, en fin esto era parte de los contrastes que tiene la vida para apreciar las cosas y los eventos.

Recepción presidencial – Honores para IFLA.  La siguiente recepción era en la suite presidencial del Hilton, la cual tampoco era una habitación normal de cuarto y baño, sino una residencia en el último piso, que en sí misma es de dos plantas, con elevador privado por si el inquilino desea salir secretamente.  La sala era de enormes proporciones, como de unos 400 metros cuadrados, que parecía más bien una pista de baile de castillo europeo, con grandes juegos de sala, candelabros, pinturas, cortinas doradas, objetos de colección, y balcones con vista al lago Michigan, de donde se podía mirar una noche de luna, que se sumergía a ratos entre las nubes para luego resplandecer.  La recepción la organizaba nada más y nada menos el presidente de ALA, Jim Retting, quien hacía una deferencia a las líderes de IFLA.  Como en todos los demás eventos había comida, esta vez, había postres, principalmente fresas frescas cubiertas de chocolate y un pastel relleno de queso, más abundancia de bebidas en el bar de este aposento.  Esta celebración era de 22 a 24 horas y asistieron unas cien personas, quienes habían recibido, incluyéndome a mí, una invitación en buen papel y por correo unos dos meses antes.  Con esto cerraba la noche y testimoniaba una vivencia de elegancia y resplandor que sólo experimentan los presidentes de la asociación bibliotecaria más grande del mundo, porque esto no se repite en otras de su género en Estados Unidos y dudo que en Europa se de algo así, ya que predominan el ahorro y la economía.

Evento internacional.  Al día siguiente, lunes, fui a algunas sesiones del congreso y a la exposición de proveedores de servicios y productos, la más grande en su género, con algo así como 500 compañías u organizaciones presentes.  Ya por la tarde, fui a la recepción internacional para participantes extranjeros que era en el último piso, creo que el octavo, de la bonita biblioteca pública central de Chicago, un enorme cubo plano cubierto de piedra rojiza y decorado con adornos de cantera en sus escasas ventanas, y un techo con enorme corona de hojas metálicas verde-cenizo con enormes búho, con acentos de dragones de grandes picos y orlas en sus esquinas.  La recepción era como para 500 personas o más, ahí estaban representantes de casi todos los países, incluyendo los siete mexicanos que asistimos entre los que se encontraba Hortensia Lobato, presidenta de AMBAC.  Nuevamente, estaba la presidenta-electa, el presidente y los funcionarios más altos de ALA y la bibliotecología de este país, entre funcionarios, académicos y autores. Unos quince minutos antes de concluir, me fui con Bárbara Ford, ex presidenta de ALA a una cena que organizaba una de las editoras de Libri, de la cual soy parte de su consejo editorial.  La invitación era en un restaurante griego.

chicago04Gala inaugural. Al día siguiente, martes, estuve de nuevo en algunas sesiones del congreso, entre ellas una de la ACRL y en la noche me preparé para la recepción más especial de cada año: la Gala Inaugural, donde se da la entrega del presidente saliente y asunción del entrante. Esta vez la celebración era en el gran salón de eventos del Hilton. La entrada al lugar es de grandes y anchas escaleras de alfombra roja, para llegar a la primera planta, donde se ubica, con un amplio vestíbulo y pasillos decorados con jarrones chinos y esculturas orientales.   El gran salón tenía el mismo estilo de decoración de la suite del presidente de ALA, pero cargado de elementos neoclásicos dorados, paneles de pinturas, cortinas doradas de techo a piso, gigantescos candiles de cristal, y candelabros en todas las paredes.  El ambiente era como entrar a uno de los salones de Palacio de Versalles. Hubo cena, una ensalada servida en copas, un platillo principal de combinación de salmón y pollo, más postre de pastel y helado de vainilla.  Después de la cena, fueron los discursos.  Camila, con su gran facilidad de palabra y seguridad dio un excelente discurso sobre su tema presidencial de promoción de la alfabetización, y los planes de llevarlo a cabo bajo el moto de Ruta 66, que es el número de la autopista que pasa por más estados de EUA.  Luego, la noche fue amenizada por una banda que hizo pararse a la mayoría de los asistentes y deslizarse en la pista.  Los ritmos fueron suaves, para edades maduras, salpicados con algunas melodías latinas, entre ellas, la canción mexicana “Bésame mucho”.  Con este elegante evento, al que de nuevo asistía la planilla mayor de ALA y de las bibliotecas norteamericanas, concluía la regia, grandiosa travesía de casi tres días de la presidenta electa, que ahora pasó a ser presidenta de esta única asociación de bibliotecarios, donde el tamaño y la proporción no tienen comparación con ningún otro país, incluido todo el mundo desarrollado.  La experiencia fue como vivir las etapas previas a la coronación de un dignatario.  En conclusión, una de las experiencias que pocas veces se pueden presenciar.  Me sentí honrado y distinguido en ser invitado por Camila, porque personalmente no puedo pagar tantas recepciones y menos poder recorrerlas en una noche en gran limusina negra.

Conclusión. La experiencia fue interesante, porque por un lado viví el esplendor y magnificencia más refinada y elegante del planeta, que pueda vivir un bibliotecario, y por otro experimenté la vivencia normal de un ciudadano de alojarme en un dormitorio estudiantil universitario, con habitación espartana, de baño compartido, que era la opción más barata en el congreso, y a tomar alimentos en el comedor estudiantil, donde aprovechaba mi boleto de acceso a una comida, para hacerme adicionalmente dos sándwiches en bagel con queso Filadelfia, que era del único tipo que había, con mermelada y dos frutas que tomaba para ingerirlas a lo largo del día, gracias a ello no pagué ninguna comida de restaurante. El albergue, un edificio nuevo, debo aclarar tenia ubicación estratégica, justo contra esquina de la Biblioteca Pública de Chicago, la cual admiraba desde mi ventanal del octavo piso, y distante a tres cuadras del hotel Hilton.  El regreso al aeropuerto O´Hare de Chicago lo hice jalando la maleta, y el maletín de la computadora, con mi mochila a la espalda a lo largo de cuatro cuadras, para ahorrar pesos, porque el recorrido cuesta tres dólares, a diferencia de los $45 del taxi.  La verdad no me quejo, ni me lamento, al contrario me alegro de poder hacerlo con dinero de mi peculio (dinero propio), porque es un privilegio asistir al congreso de ALA, y poder echarle una mirada al primer mundo bibliotecario y al país con el mayor desarrollo informativo.

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Fotos disponibles en: www.jesuslau.com.mx/zenphoto/

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