Bonito – Mato Grosso do Sul

julio 4th, 2009 by Jesus Lau

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Fotos disponibles en: www.jesuslau.com.mx

Son las 7:05 de la mañana, acabo de despertar después de dormir una corta noche, de menos de cinco horas, ya que concilié el sueño como a las 2:30 de la mañana.  En esas horas, cambiaba de postura en el camastro angosto, en el que me tiré, el cual era además medio reclinado, que para disminuir tal desproporción, puse mi mochila en los pies, para que éstos tuvieran más o menos la misma altura.  Me acosté con toda la ropa, así que en mis sueños, despertaba porque los remaches del pantalón de mezclilla me molestaban cuando estaba sobre ellos.  A ratos hasta mi propio cuerpo me estorbaba, ya que la pierna que estaba debajo de la otra, o los brazos sobre el tronco, me molestaban y tenía que cambiar de posición.  Oía un poco de ruido, así que me levanté y me puse unos tapones en las orejas, para mitigar la sinfonía del exterior.  Mi compañera del lado, una dama que no conozco, justo a unos 20 centímetros de mi, parece que durmió mejor, o quizá menos, ya que sigue dormida.  Fue buena compañera, no hizo ruido, no se levantó, ni roncó toda la noche.  Me puse un rompevientos encima porque tenía un poco de frío, pero al rato, ya sentía un poco de calor, así que me lo quité y sólo me eché la brazada azul-blanco que me prestaron.

Amanecer. Me levanté con los ojos abotagados, y el cuerpo medio entiesado, a pesar de que en la noche parecía cobra en un canasto, me enroscaba, me extendía y me estiraba, para buscarle forma al camastro, porque si me repechaba tocaba los fierros de sus orillas o bien se me perdía la almohadilla.  Para despertar, fui al baño a darme una enjuagada de la boca y la cara, y sentir el agua fría, que obliga a la sangre a irrigar la cabeza.  Me acerque a una ventana, para ver como pintaba la mañana, era de sol y abajo, allá a los 12,000 metros de abajo, se miraban parcelas en una paleta de distintos verdes, estaba volando ya sobre el Brasil del sur, a unos mil kilómetros de Sao Paulo.  Mientras dormía los pilotos, o el automático, vaya uno a saber, recorrió todo América Central, cruzó Colombia, luego la Amazonía y gran parte del territorio brasileiro.  Según la pantalla individual de mi camastro, bueno mi asiento o poltrona, como dicen en portugués, señalaba que afuera la temperatura estaba friísima, nada menos que 56 grados bajo cero, así que si llegara a sacar un dedo al exterior, se congelaría en segundos.  La velocidad también es de proporciones, que no permite ni respirar, si uno estuviera sin protección, vamos en promedio a 900 kilómetros por hora y nos faltan unos mil para llegar al destino final.  Otro dato es que el viento trasero, que no entiendo bien como se mide, es de casi 190 kilómetros por hora.   Según la imagen, cruzamos en diagonal todo Sudamérica, entrando por el Pacífico colombiano y terminando en el Atlántico brasileño.  Al final de la travesía habremos recorrido casi ocho mil kilómetros.

Largo viaje. El premio de despertar, fue un frugal desayuno de cuatro o cinco rebanadas de fruta, pan con mermelada, café y yogurt, el cual yo no tomo.  Me comí la fruta, un poco de café, algo que casi nunca bebo, pero para realmente despertar creo que la cafeína me ayudará, así cuando cruce inmigración y la aduana estará con mente alerta.  Tengo una espera de tres horas, para tomar el siguiente vuelo de conexión a Bonito, Mato Grosso, un lugar en el noroeste de Sao Paulo, creo que a dos horas.  El vuelo será a la capital de dicho estado de nombre Campo Grande, donde nos esperará un autobús para llevarnos a un pueblo llamado Bonito, que todo mundo dice que hace honor a su nombre.  El viaje total será agotador, ya que calculo que llegaremos a casi a las ocho de la noche.  Así que si considero que salí de mi casa a las siete de la noche ayer, habré estado en movimiento casi 24 horas – aquí hay dos horas de diferencia.  Mentalmente, me he preparado para cansarme hasta que llegue y trataré de descansar cada vez que pueda de la forma de silla que tendrá mi cuerpo arqueado de tanto estar sentado.  Para mantener la actitud positiva, pensaré en la orilla distante del final de viaje.  Pensaré en lo que disfrutaré de la belleza de Mato Grosso, un lugar de atractivos acuáticos: lagos, ríos, cascadas y grutas de aguas profundas, donde lo calcáreo de sus terrenos hace que el agua sea transparente.

Bonito, Mato Grosso. Vengo a este pueblo de menos de 20 mil habitantes para atender el congreso de la Federación Brasileña de Bibliotecas (FEBAB), que organiza su congreso bi-anual, donde facilitaré un corto taller, dictaré una ponencia en co-autoría con Javier Tarango, mi colega del Estado Grande, Chihuahua; y a presidir la reunión de las asociaciones brasileñas sobre su membresía en la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecas e Instituciones con sede en la Haya, Holanda.  En otras palabras, el viaje no es gratis, pero ofrece la oportunidad de vivir la cultura y la naturaleza brasileña.

Congreso CBBD. El vuelo llegó a Sao Paulo a las 11 de la mañana, y el tiempo para hacer el trámite de inmigración y aduana tomó más de la hora, ya que había mucha gente haciendo cola, más la documentación de la maleta, para el siguiente tramo a Campo Grande, la ciudad más cercana a Mato Grosso do Sul.  Este tramó fue de hora y media, llegando como las 16:00 horas, donde nos esperaba personal del servicio que había contratado el comité organizador de FEBAB.  Estaba medio lloviznando, cuando tomamos el camino de 300 kilómetros y fracción en una carretera de dos carriles, que tenía tramos buenos y otros con muchos baches.  El vehículo era un vagoneta con unos ocho bibliotecarios, sin baños, así que hizo una parada, donde quise comprar algo de comer, ya que no había tenido tiempo de hacerlo, pero sólo encontré un pedazo de pollo molido empanizado, que compartí con Javier.  Llegamos al hotel de Bonito, el Wetiga, de una arquitectura atractiva, que con decoración de grandes y gruesos horcones de árboles en su rededor de concreto y hojas metálicas, me recordaba un poco el estilo de Gaudi en Barcelona.  El congreso transcurrió bien, tuvimos el taller y la ponencia, donde tuve la impresión de que el español fue una cierta barrera.  El centro de convenciones del congreso fue moderno y la logística del congreso bien organizada, donde se reunió a más de 700 participantes de casi todos los estados de Brasil.  Las atenciones de los organizadores fueron excelentes, con transporte exclusivo y excelentes deferencias de todo el equipo organizador.  Como parte de la invitación, los organizadores me pidieron que fuera un observador internacional del evento, y preparara un reporte que leí en el momento de la clausura,   En dicho documento listo con mayor detalle el congreso.

Gruta y peces. Al día siguiente del congreso, el único libre que tuve, los organizadores, donde participaba Sigrid Dutra, la presidenta de FEBAB nos llevaron a visitar la Gruta Lago Azul, la cual fue una bonita experiencia, que inició con un recorrido de 30 kilómetros de camino vecinal con algo de llovizna, para arribar a un lugar en pleno campo rodeados de ganado cebú.  La caverna, un enorme orificio de la naturaleza creada por las filtraciones de agua de miles de años.  Caminamos por un sendero con escalinatas, algunas resbalosas, para llegar casi al lecho del lago que estaba en el fondo de color azul cobalto, medio iluminado por lo nublado del día.  Fue realmente un espectáculo natural de estalactitas y estalacmitas unas ya formando pilares, es decir unidas ya de piso a techo de la caverna.  El transporte no llego a recogernos, así que cooperamos para pagar un taxi que había llegado.  Fuimos a comer al centro de Bonito, luego fuimos al balneario municipal, un parque cruzado por el río Formoso, donde renté un traje de esos que son como de hule, para meterme al agua.  El material que queda ajustado al cuerpo conserva el calor, sin él hubiera sido difícil de nadar por lo frío del agua.  El gran atractivo de meterse al río era ver y sentir de cerca los miles de grandes peces que nadaban y se arremolinaban al echarles un poco de comida.  Nunca había visto tantos peces juntos y menos sentir la piel lisa, como si estuviera babosa, en los brazos, que me daban escalofríos.  Nadar al aire libre, bajo un cielo nublado, rodeado de árboles y arbustos y con tantos cardúmenes, de peces cuyos nombres desconozco, fue la mejor experiencia de Bonito.  Un lugar conocido en Brasil por su naturaleza: ríos, peces de colores, y grutas; donde los paseos en lancha, descensos a rappel y buceo son sus atractivos ecoturísticos.

Conclusiones. Ya estoy regresando, son las seis de la mañana, pronto me pedirán que apague la computadora, así que me prepararé para el aterrizaje.  Mi camastro fue de primera, la clase Premier de la línea Aeroméxico, pero a pesar de todos sus lujos y tecnologías, no compite con mi modesta cama de casa, donde el espacio y el silencio reinan toda la noche y donde puedo estirarme sin límites.  El congreso fue una buena experiencia para fortalecer amistades con colegas brasileños, muchos grandes líderes de la bibliotecología; así como algunos colegas de países; amén de hacer nuevos contactos.  Me despido cansado de la travesía de 24 horas, estoy listo para buscar una cama, que no será la de mi casa, ya que continúo esta misma tarde a Chicago desde el DF, al congreso de la American Library Association.